Sonreír hace que nos sintamos mejor.

Existe un sistema de comunicación bidireccional entre el cerebro y el cuerpo llamado propiocepción. En el caso de la sonrisa, cuando el cerebro reconoce un estímulo que nos pone contentos, envía una orden a los músculos faciales para que sonrían, pero también ocurre que si esbozamos una sonrisa, el cerebro recibe esta información de los músculos y lo traduce en un sentimiento de satisfacción. Podemos decir por tanto, que sonreír mejora nuestro estado de ánimo.

El caso es que cuando estamos bien y sonreímos o reímos abiertamente, en nuestro cerebro se liberan endorfinas (opiáceos naturales del organismo que puede ser hasta 20 veces más potentes que los medicamentos contra el dolor), dopamina, un neurotransmisor cerebral relacionado con los estados de bienestar psicológico, y también disminuyen los niveles de cortisol que es una hormona conocida como la «hormona del estrés».

Hoy día son muchos los estudios realizados sobre los beneficios fisiológicos y psicológicos de la risa o sobre los efectos que produce una actitud positiva y sonriente. Nuestros mayores decían “al mal tiempo, buena cara”. La sonrisa ayuda a establecer una comunicación agradable y abierta, a veces conciliadora facilitando la resolución de una situación complicada. Una sonrisa sincera proyecta tranquilidad y esperanza. En la antigua China los Maestros taoístas ya conocían los beneficios de la sonrisa, no desde los resultados de estudios científicos como en la actualidad, pero sí desde la sabiduría acumulada tras la observación y transmitida a lo largo de los años. Los sabios taoístas afirmaban que cuando se sonríe los órganos segregan un néctar que nutre todo el cuerpo, mientras que la ira y el enfado provoca en los órganos una secreción venenosa causante de enfermedades.

En el taoísmo y desde la M.T.C. se considera que las emociones negativas y el estrés producen una energía de bajo nivel que merma la energía vital, provocando a la larga el desequilibrio energético y, por tanto, la enfermedad. La Sonrisa Interior es una práctica meditativa mediante la cual se dirige una verdadera sonrisa a todas las partes del cuerpo transmitiendo a todo el organismo un sentimiento afectuoso. Ese sentimiento de cariño y gratitud relaja los órganos, suaviza la tensión acumulada en los músculos y estimula las emociones positivas.

PRÁCTICA: Se puede realizar sentado o estirado. Si prefieres realizarla sentado, hazlo en el borde de una silla con la columna vertebral alineada dejando las lumbares en posición neutra. El pecho relajado, la cabeza suspendida, como si un hilo tirara de ella hacia el Cielo. El mentón, ligeramente hacia dentro. Las piernas separadas, los pies enraizados en la Tierra. Los hombros y los brazos relajados, las manos descansan sobre las rodillas.

Si prefieres realizarla estirado hazlo en posición Decúbito Supino, separando ligeramente las piernas y dejando que los pies caigan naturalmente hacia los lados. Coloca ambas manos sobre el abdomen, por debajo del ombligo.

Céntrate en tu respiración y deja que sea natural, no pretendas controlarla. Deja pasar los pensamientos que te asaltan y céntrate en la respiración. Observa como se instala en el abdomen y se torna regular y estable. Sigue respirando y deja que se instale en ti la calma.

Busca un recuerdo feliz y conecta con ese sentimiento sano que genera una sonrisa. Deja que esa cualidad se instale en ti y observa como se expresa en tu rostro. Siente como sonríe tu frente, tus ojos, tus pómulos, tus labios.

Deja que la sonrisa se expanda por todo el cráneo, relajando los huesos, los músculos, los hemisferios. Ahora, deja que el flujo de la sonrisa recorra todo el cuerpo, primero por la parte delantera y después por la parte de atrás, desde la cabeza a los pies.

Lleva tu atención y con ella una sonrisa, al cuello, hombros, brazos, tórax, abdomen, caderas, piernas y pies. Percibe tus huesos, tus músculos, allí donde hay tensión, y envía una sonrisa. Sonríe a tu espalda, a tu columna, vértebra a vértebra.

Envía, ahora, una amplia y sincera sonrisa a tus órganos. Sonríe a tu corazón con sentimiento de cariño y gratitud. Sonríe igualmente con cariño, a tus pulmones, al derecho, al izquierdo; al hígado, al bazo-páncreas, a los riñones. Tómate tu tiempo y no tengas prisa, disfruta de la experiencia e instala tu consciencia durante unos instantes en cada uno de tus órganos.

Acaba con la atención en Dantian y confía en la sabiduría de tu propio organismo para equilibrarse y para integrar la práctica de la Sonrisa Interior. El maestro taoísta Mantak Chia afirma: «Sonreírse a sí mismo es como dejarse acariciar por el amor y el amor puede curar y rejuvenecer».

Celia Sánchez
Profesora de Qigong

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