Los días se han acortado considerablemente y empieza a refrescar…, todo señala que la época más alegre y festiva del año a llegado a su fin. Hemos entrado en el otoño; para muchos un descanso, ya que no tendrán que soportar el calor intenso del verano, pero lo cierto es que en mayor o menor grado, a todos nos invade un cierto sentimiento de nostalgia al ver como van quedando atrás esos días largos, llenos de luz y de alegría.

Sin embargo, antes de entrar plenamente en los días grises y húmedos del otoño, se produce anualmente un episodio atmosférico que tiene lugar entre los últimos días de verano y los primeros de otoño, durante el cual la temperatura asciende nuevamente para luego recuperar la progresiva bajada típica del otoño. A este fenómeno se le suele denominar el “Veranillo”, “Veranillo de San Miguel” o “San Martín”, y también, “Veranillo del membrillo”, pues al parecer, es la época en que maduran los membrillos.

Desde la antigua filosofía y medicina china a esta etapa de transición se le denomina con el nombre del elemento Tierra y está considerada una quinta estación o, mejor dicho, la quinta fase de la energía. Durante este ciclo anual, la energía empieza a descender suavemente, estabilizándose y recogiéndose. Es un período de transición de la energía expansiva del verano (Yang) a la energía concéntrica del otoño (Yin). Este proceso de transición de la energía en el ciclo de la naturaleza, se produce también en nosotros permitiendo una adaptación progresiva del Yang al Yin al organismo.

Para mantenerse alineados con los ciclos naturales, es importante no desasociarse de la propia naturaleza y escuchar las demandas del organismo. Ésta es una época de preparación para los venideros fríos y es el momento de empezar a calentar y estabilizar el organismo disminuyendo los alimentos típicos del verano, como frutas y verduras crudas que son depurativos y enfrían el cuerpo, para substituirlos por alimentos más nutritivos que refuercen y estabilicen el organismo. En esta época la tierra nos brinda calabazas, boniatos, castañas…, alimentos que aportan fuerza y calor y su dulzor natural produce un efecto de satisfacción muy relajante. En general, los alimentos de sabor dulce como coles, coliflor, brécol, remolacha, calabaza, mijo, avena o quinoa, tonifican y equilibran el estómago, bazo y páncreas, órganos que la Medicina Tradicional China asocia al verano tardío y al elemento Tierra. Por tanto, si se continua con la alimentación del verano, lo más probable es que aparezca algún que otro resfriado, pues el frío interno que generan los alimentos de naturaleza fría se suma al frío ambiental, dando como resultado un exceso que el organismo deberá eliminar en forma de resfriados, fatiga o desánimo.

Entrados ya en el otoño de pleno, hacia finales de octubre, el descenso de las temperaturas, el acortamiento del día y la humedad, son ya un hecho. La fase descendente de la energía Yin iniciada en el verano tardío, se refleja en la naturaleza y en nosotros, estamos más tranquilos y tenemos menos ganas de salir. En esta época, si se ha preparado correctamente el organismo durante la transición del verano tardío, se podrá hacer frente al frío y al sentimiento de nostalgia y/o desánimo que amenudo nos invade en otoño. Por el contrario, si no se ha prestado los cuidados necesarios para adaptarse a las nuevas condiciones, puede que entre en desequilibrios, tanto a nivel físico (falta de energía, resfriados, ect.), como a nivel psicológico (tristeza, apatía o, incluso, depresión).

En otoño se debe preparar el organismo para afrontar los rigores del invierno. Ahora, la tendencia iniciada a finales de verano de recortar alimentos de naturaleza fría, se verá reforzada, y se introducirán alimentos más consistentes y de naturaleza tíbia o caliente, para reponer las reservas de nutrientes perdidas durante el verano, preparando el organismo para que pueda conservar el calor y la energía durante el invierno. Los alimentos de color blanco contribuyen a eliminar el factor patógeno de la sequedad, refuerzan los pulmones y drenan el intestino grueso, órganos que la Medicina Tradicional China asocia al otoño y al elemento Metal. El sabor picante de los rábanos, cebollas, puerros, jenjibre o ajo, tonifica los pulmones y ayuda a deshacer la congestión producida por la flema y el exceso de mucosidad que tiende a ubicarse en las vías respiratorias, senos nasales y pulmón.

Celia Sánchez
Profesora de Qi Gong

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